Vuelve un remanso a fines de 2021 en el que de nuevo nos reencontramos, aliviada algo esta penumbra, recordando siempre a los que nos dejaron. Entre otros, a nuestro anterior presidente Francisco Villares Ortuño, a Jesús María Martínez, infatigable investigador, y a nuestra campanera mayor, Aurora Ramos Negro, que nos regalaron la impronta imborrable de su extraordinaria calidad humana y nos enseñaron con su ejemplo por dónde se debe caminar. Descansen en paz. Esta noche oscura ha ensombrecido nuestros horizontes. Pero no ha conseguido la inercia de la fuente en modo popular de la Fundación Joaquín Díaz (que ha multiplicado sus publicaciones y también exposiciones y simposios, en la medida que fueron posibles), ni la de la Asociación de Amigos, que ha seguido en medio de lo desconocido, aportando una amalgama de esfuerzos para acercar los estudios de la tradición y conseguir que más personas se acerquen y ayuden a la labor encomiable de Joaquín Díaz, recogiendo «la palpitación del pueblo», que dijo López Chávarri.
En una reciente entrevista el propio Joaquín explicaba que la tradición es un catálogo de respuestas a las preguntas del ser humano, y que los repertorios se recuerdan por los momentos vibrantes en que se escuchan y por el significado que cada cual les concede en su vida. Afirmaba su confianza en que hay actualmente más afición por lo patrimonial que unos años antes, considerando la memoria el sustrato dónde se sujeta el individuo y confirmando así la esencia de esta Asociación de Amigos.
Ante el gemido global de la humanidad, recordamos aquellos versos de San Juan de la Cruz: «y colgué en los verdes sauces, la música que llevaba, poniéndola en esperanza». Y con esperanza soportamos estos difíciles momentos.
Es indudable que se ha conseguido esparcir en estos dos años un poco más, el anhelo de unir voluntades y apoyos a un proyecto indispensable, logrando mayor presencia en los medios de comunicación y en los virtuales, para contagiar entusiasmo en la idea de ayudar a la Fundación Joaquín Díaz. Por ahí van nuestros desvelos, conseguir un friso de actitudes de ayuda, que permita y entusiasme a quiénes consideran que no todo está perdido y vienen a ofrecer su corazón, como dice la inolvidable canción.