Día 3
11:00 horas: Javier Barreiro: Cronología de la grabación acústica.
12:30 horas: Luis Delgado: Los gramófonos, tocadiscos y soportes curiosos expuestos en la Bodega Heredad de Urueña y comunicación acerca de ellos.
Día 4
11:00 horas: Jose Ramón Pardo: Las compañías de discos en España y los derechos fonográficos.
12:30 horas: Gonzalo Pérez Trascasa: Los recopiladores de folklore: Alan Lomax, Schindler, García Matos, etc.
Sede del simposio y colabora: Bodega Heredad de Urueña
Algunos sabios de la antigüedad, como Herón de Alejandría o Ctesibio, hicieron uso de la física para idear mecanismos capaces de producir sonidos voluntaria y certeramente creados. Galileo o Kepler estudiaron la importancia de la resonancia en la reproducción del sonido, es decir conocieron y usaron la adecuación de las frecuencias y supieron hasta qué punto una oscilación puede ganar en amplitud cuando se aplica una fuerza de determinada manera. Athanasius Kircher, el famoso jesuita alemán, investigó sobre éste y otros temas hasta el extremo de ser considerado, como Pitágoras y tantos otros conocedores de importantes secretos, un ser extraño, más cercano al ocultismo que a la ortodoxia. Aunque algunos aspectos de los investigados por Kircher no eran novedosos, sí fueron un anticipo de los estudios que después vendrían firmados por Charles Wheatstone, James Maxwell, Hertz o Marconi.
Tampoco sabremos nunca cuáles fueron los propósitos últimos de Charles Cros o de Thomas Edison al diseñar sus artefactos fonocaptores. Ambos, francés y americano, estaban probablemente imbuidos del espíritu de la época, iconoclasta e industrioso, condicionado por la creación de inventos –particularmente los relacionados con nuevas fuentes de energía como la electricidad- que sirvieran para mejorar y hacer más cómoda la vida de las grandes ciudades y de los burgueses que las habitaban y sustentaban. Poco después de haberse divulgado el invento de Edison un periódico español publicaba: “En la capital de Inglaterra, por el módico precio de dos reales y medio, puede oírse un trozo de ópera sin ir al teatro. Una compañía industrial ha establecido en sitio céntrico de Londres una colección de teléfonos a los que puede aplicar el oído durante un cuarto de hora todo el que pague aquella cantidad”. ¿Era el fin de la música en libertad o era más bien el inicio de una nueva era en la que la música y la tecnología del sonido iban a caminar por sendas independientes? Jonathan Sterne en su obra The Audible Past. Cultural Origins of Sound Reproduction, escribe que a mediados del XVIII el sonido en sí se convirtió en un objeto de pensamiento autónomo frente a nociones anteriores como la voz o la música. A juicio de Sterne fue esa forma diversificada de apreciar un concepto unívoco, lo que prepararía la gran revolución tecnológica.