Pocas personas podrían recibir con más méritos que Carlos Montero el título de cantante popular. Desde muy pequeño (y con su nombre propio, Juan Carlos Zamboni) se inició en el folklore de su país, Argentina, y destacó por su extraordinaria habilidad con la guitarra. De joven abordó la aventura europea con otros dos amigos, uno de ellos Alberto Cortez, y muy pronto se abrieron paso en el difícil mundo de la música.
Carlos Montero desarrolló una carrera con muchas facetas entre las que destacaron su inimitable estilo como intérprete del tango, su capacidad como arreglista -hizo arreglos para Luis Eduardo Aute (quien le pintó en el óleo que hoy se presenta), para Carlos Cano, para Pablo Guerrero, Luis Pastor, Adolfo Celdrán, Alberto Cortez, Patxi Andión, Pablo Guerrero, Maya, etc.- y por último su abundantísimo y casi desconocido trabajo como creador musical para numerosos poetas y para la discográfica Pax con temas religiosos.
Su biblioteca sobre el tango puede consultarse a partir de ahora en esta Fundación gracias a la generosidad de su amiga y compañera María Luisa García, quien cedió además para este Museo algunos de sus instrumentos preferidos: la guitarra de 8 cuerdas, hecha especialmente para él por el lutier Andrés Martín y su guitarra de concierto.